viernes, 8 de junio de 2012

Un año en Nueva York

Bueno, un año, un mes y unos días. Pero esa es la primera característica que se puede resaltar de la ciudad: viviendo aquí, o se es muy organizado, o uno acaba descuidando los planes y las intenciones. Como la de escribir regularmente en un blog. En todo caso, aquí van unas cuantas impresiones acumuladas en nuestro primer año en la ciudad.  




No es lo mismo vivirla que visitarla
Una reacción usual cuando cuentas en España que vives aquí es que el interlocutor haya estado en Nueva York, le haya encantado y te confiese que le encantaría vivir aquí. Curiosamente, algunas de las peculiaridades que enamoran al turista son difíciles de encontrar en la vida corriente. La amabilidad de la gente con el visitante desorientado y mapa en mano es una de ellas. Cuando te mueves día a día en pleno "Midtown", la gentileza se suele tornar en codazos sin disculpa de viandantes que caminan apresuradamente mientras teclean en sus teléfonos.


Otra distinción es la relación con el ruido que se establece después de vivir unos meses en Manhattan. Al principio se comienza por la desesperación. Todo ruido molesta, y son muchos, incluso de noche. Luego uno se acostumbra. Excepto con algunos ruidos concretos. En mi caso, me sigue molestando considerablemente el zumbido incesante de los gigantescos ventiladores que alimentan los sistemas de aire acondicionado en verano y de calefacción en invierno. En otros casos son las sirenas de los bomberos, que serían medianamente soportables si no fuera por el refuerzo de las desmesuradas bocinas que las acompañan.

Se podría añadir también la logística que supone la vida diaria en Nueva York. Como el mero hecho de hacer la compra, por ejemplo. Suena chocante, pero uno de los sitios al que agradecemos volver en España es Mercadona. Y no es la típica actitud del españolito que busca fuera lo mismo que tiene en casa. Es una cuestión de encontrar productos de consumo diario a un precio razonable sin necesidad de recorrer ochenta calles en el intento.

La ciudad inabarcable
Cuando el turista viene diez días o menos, la emoción y las ganas de amortizar el viaje mantienen el nivel de energía alto y en una jornada completa se pueden ver varias de las atracciones destacadas. Pero cuando uno pasa la mayor parte del tiempo trabajando, el resto del día suele cundir poco. El resultado es que algunas de las visitas que hemos recibido han estado en lugares que nosotros todavía no conocemos; puede parecer desinterés, pero no es más que falta de tiempo, energía o, volviendo al principio, organización.

Así pues, una de las sensaciones más frustrantes después de un año aquí es la de saber que quedan innumerables sitios por ver, numerosas actividades por realizar y decenas de restaurantes por probar. En el caso concreto de la comida, personalmente me da rabia repetir restaurantes sabiendo que todavía tengo tantos por descubrir. Y eso hablando únicamente de los de Manhattan, ya que fuera de la isla apenas hemos probado unos cuantos en Brooklyn. En general, hay muchos candidatos en mi lista de visitas pendientes: la isla de Ellis, la Frick Collection, la misa gospel. Pero también actividades: patinar sobre hielo en el Rockefeller, comprobar el ambiente surfero de Rockaway, montar en kayak por el río Hudson, tomar algo en un bar "clandestino" (speakeasy)... Y, por supuesto, restaurantes: la famosa hamburguesa del Park Meridien, el Dutch...  


 
La ciudad de todo lo que busques
¿Comida filipina? Hay un restaurante en cada barrio. ¿Bádminton? Un club en cada "borough". ¿Clases de ballet? Para todas las edades y niveles. ¿Conciertos? Más de los que nos podríamos permitir. ¿Espectáculos deportivos? Dos equipos de la NBA, dos NFL, US Open, petanca en Bryant Park... En general, para cualquier interés que uno tenga, por raro que sea, existe un grupo de aficionados o practicantes en la ciudad. Las únicas pegas, en este caso, suelen ser el dinero y la demanda. Tanto tiempo deseando vivir en una ciudad con atracciones, para llegar a una en la que la cantidad de gente interesada y el precio de las entradas nos cortan con frecuencia las alas. Baste como ejemplo el caso del concierto de los Foo Fighters en el Madison Square Garden: tres días después de ponerse a la venta las entradas, las únicas de un precio razonable que quedaban (y eso son 80$) eran... ¡detrás del escenario!

Puntos positivos varios
- El hecho de poder ver a familiares o amigos que, de otra manera, no verías en mucho tiempo. Parientes que llevábamos sin ver 15 años o amigos de otros países que por trabajo o por placer pasan por Nueva York, y con los que siempre es agradable quedar.
- El baloncesto. Volver a jugar, y más en una sociedad que vive este deporte, está siendo una gozada.
- El poder conseguir de todo (o equiparte una casa, si fuera el caso) por internet. Merece una entrada aparte.
- El ver una película o una serie y reconocer los barrios y edificios, o caer en que el protagonista y tú usáis el mismo producto de limpieza, que antes nunca habrías reconocido.
- El disfrutar de la bicicleta en una ciudad cada vez más abierta a ella.
- El participar en tradiciones locales tantas veces vistas en televisión o cine (como Halloween o Acción de Gracias) al tiempo que mantenemos costumbres españolas (como el preparar buñuelos en San José o torrijas en Semana Santa).

Veredicto
Nuestros primeros meses en Nueva York fueron agitados por los trámites, encantos y desencantos del proceso de asentamiento. Pasada esa fase, la ciudad se nos antoja todavía llena de posibilidades, como si apenas hubiéramos empezado a rascar en la superficie de todo lo que tiene que ofrecer. La vida cotidiana, más allá del trabajo, se convierte en la búsqueda de equilibrio entre las incomodidades de una gran ciudad (transporte, ruido, más trámites) y el disfrutar de variados planes y propuestas de ocio.
También nos alegra que, entre tanto ajetreo, hayamos sido capaces de mantener ciertas costumbres a las que se puede renunciar fácilmente en esta ciudad, como es el hecho de cocinarse su propia comida, en lugar de dejarnos llevar por las constantes y fáciles tentaciones.

En resumen: un gran primer año, lleno de descubrimientos, de desafíos y de recompensas. Esperemos que el segundo sea igual o mejor. Para empezar, lo viviremos en barrio nuevo...