miércoles, 29 de febrero de 2012

I love this game. I love your game

El mes de noviembre marcó dos regresos señalados en el mundo del baloncesto. Uno, de gran repercusión mundial, el de la NBA. Y otro, de enorme satisfacción personal, mi vuelta a las canchas. No es que haya desconectado nunca del todo, pero habían pasado más de 5 años desde la última vez que jugué en un equipo, en la isla de la Reunión. En todo ese tiempo, lo más que había tenido había sido algún tres contra tres en la calle y, en Manila, una cita semanal con esos locos bajitos (pero rápidos, infatigables y buenos tiradores) que son los filipinos. Demasiado tiempo para una persona cuyo sermón nupcial giró metafóricamente en torno al ba-lon-ces-to.

En parte por lesión, había estado postergando mi toma de contacto con el baloncesto en Nueva York. Me imaginaba yendo a una cancha de un parque, quizá hasta con redes de cadenilla, y teniendo que poner dinero, como me había dicho un amigo, para poder apostarlo a un tres contra tres de intensidad feroz. Como siempre, nada más lejos de la realidad: mi reencuentro con el balón naranja fue, curiosamente, por la vía institucional, invitado por un compañero a unirme a los entrenamientos del equipo de baloncesto de las Naciones Unidas.

I'm blue

Llegado el día, experimenté la misma sensación que cuando pisé una cancha por primera vez en Bélgica y en la Reunión: la de entrar en territorio ajeno y deber demostrar algo que, sinceramente, no sabía si tenía. Y, para hacerlo más imponente, la cancha de entrenamientos era un auténtico santurario "onusiano": el gimnasio de la escuela de las Naciones Unidas, donde todo lo que puede llevar color, desde las colchonetas de las paredes hasta el círculo central, es del azul celeste de la organización.

El plantel allí presente era, como me esperaba, racialmente variado: uno de Brooklyn, dos latinos, uno de la isla de Granada, un francés, un serbio, un alemán y... ¡dos de Cuenca! Y mi compatriota no fue la única conexión conquense: cuando por fin comenzó el entrenamiento, me vinieron a la memoria grandes recuerdos de aquellos vídeos de la escuela yugoslava que nuestro entrenador Antonio nos ponía, ya que era precisamente el serbio quien dirigía la sesión. Sólo cuando nos pusimos a correr, pasar y tirar me di cuenta de cuánto había echado de menos el entrenar: la repetición de ejercicios, las rutinas, la concentración y hasta el sacrificio de hacer "líneas".

Tras los dos primeros entrenamientos y algo de incertidumbre, me invitaron a unirme al equipo de cara a la liga de invierno que estaba a punto de comenzar. Al igual que en la Reunión, habían visto mis "fundamentos", mi técnica y hasta algo con lo que no contaba: un tiro inesperadamente fino para haber estado tanto tiempo parado. Y, en cierto modo, después de un par de entrenamientos buenos, volvía a sentir la presión de Le Port, donde llegué como la "gran esperanza blanca" de aquel equipo de criollos. En este había algún blanco más, pero las expectativas en torno a mi juego eran similares.

El equipo de Le Port (La Reunión) 2005/06


The New York Knicks Corporate League

Ese es el nombre del campeonato en el que jugamos, patrocinado por un banco y, nada más y nada menos, por los Knicks, que ceden el Madison Square Garden para las finales (¡quién me vería!). Como su nombre indica, nos medidamos a equipos que crean los trabajadores de empresas y bufetes de abogados. Así, nos reparten en grupos en los que te puede tocar contra American Express, Ernst & Young, JP Morgan, Fox News, Thomson Reuters o "The Tax Club" (!).Los partidos se juegan en gimnasios de universidades e institutos, como el del Liceo Francés o el del Instituto Xavier; en este último, de las paredes cuelgan los típicos carteles que conmemoran los títulos conseguidos, salvo que al ser un instituto jesuita, los títulos se consiguieron, como reza en las banderolas, "Ad maiorem Dei gloriam".

Mi primera impresión de la liga fue demoledora: antes de nuestro partido se enfrentaban dos equipos compuestos casi exclusivamente por jugadores negros. La intensidad era increíble, la fuerza todavía mayor y las jugadas, aun siendo una liga de supuestos aficionados, impresionantes. En el rato que estuve, vi un mate y un alley-hoop que podría haber entrado en la lista de mejores jugadas de la ACB. Por suerte para mí, no era ese el tipo de equipos de nuestra división; hay varios niveles dentro de la liga, cuya proporción de blancos aumenta de manera inversamente proporcional a la categoría. Es decir, cuanto más malos los equipos, más blancos tienen (o viceversa).

El juego en general, y de mi equipo en particular, es muy poco organizado. Un día tratamos de entrenar los bloqueos indirectos (parte del ABC táctico de este deporte) y la gente se liaba con ello. Así que en los partidos, cada uno hace lo que puede o quiere, cosa que siempre me ha desconcertado (¡quién tuviera sistemas!). Por mi parte, los primeros partidos me dediqué a asegurar y a no cometer errores, lo que implicaba no tirar demasiado ni arriesgar. Pero después de dos partidos en esa tónica, comprendí por los enfados de mis compañeros que las cosas no funcionan así aquí. En Europa se mosquean contigo por que te las tires todas; aquí, se mosquean si ven que tienes tiro y no te las tiras. En vista de ello, al cuarto partido, reconvertido a la fuerza (¡y a mi edad!) en base, decidí soltarme y anoté diez puntos (con tanteos de entre 40 y 50, no está mal), incluida una canasta con dos fintas de pase con claro sello técnico europeo. Debí de causar buen impresión, porque al terminar el partido, uno de mis rivales me dejó a cuadros con su felicitación: "I love your game!", que podría traducirse como "¡Me encanta como juegas!".

La liga se ha sucedido a lo largo del invierno con resultados equilibradamente dispares, puesto que hemos conseguido las mismas victorias que derrotas (5-5). Algunos de los partidos perdidos han sido especialmente dolorosos, no sólo por haber sido ajustados, sino por el rival: el ultimo partido perdido nos derrotó la agencia de calificación de deuda Moody's. ¿Otro alarde metafórico-deportivo del poder de las finanzas frente a la sociedad internacional?

Al menos, según me cuentan, hemos mejorado la actuación de la liga anterior e incluso nos hemos metido en las eliminatorias por el título. Por desgracia, al contrario de la NBA, aquí no hay series a 5 partidos y como no estemos atentos nos eliminarán en el primero y único. Pero lo más importante de todo, en lo personal, es la satisfacción de haber vuelto a jugar en un equipo, con compañeros, con un estructura mínimamente organizada, con árbitros, con equipación y, sobre todo, con ganas de volver a disfrutar de este apasionante deporte y de las alegrías y sinsabores de la competición.