Finalmente, lo hemos encontrado muy cerca del trabajo, en un barrio en el que abundan, precisamente, los edificios de oficinas, junto con otros residenciales. De hecho, llegamos a ver uno junto a la mía, puerta frente a puerta. Ya sabíamos que queríamos quedarnos en Manhattan, aunque no hacía falta que estuviera tan cerca, desde luego. En realidad, quizá habríamos preferido alguna otra zona más residencial, pero el edificio que hemos escogido está a menos de diez minutos del trabajo andando, lo que es todo un lujo en Nueva York.
Además, por lo que hemos podido comprobar al hablar con los compañeros de trabajo, mudarse es de lo más habitual en esta ciudad. Dicen que la media de alguien que se instala en Nueva York es de unas ocho mudanzas a lo largo de su carrera laboral. Así que no nos hemos puesto demasiado exquisitos en cuanto a la ubicación para nuestra vivienda neoyorquina, durante, al menos, el primer año aquí.
Buscando piso estas dos semanas no se puede evitar comparar con las situaciones paralelas del pasado: desde la primera vez que tuve que buscar habitación en el extranjero, en Bruselas (donde tuve la grandísima suerte de encontrar más que una casera, una mentora) hasta la última experiencia en Manila. Uno de los casos más pintorescos fue sin duda en la isla de La Reunión, donde pasamos por tres alojamientos. El primero, una habitación con terraza de treinta metros cuadrados y
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El piso de esta ocasión, sin embargo, es más fácil de comparar con el de Manila, puesto que coinciden en varios elementos: ambos ubicados en torres de apartamentos, a gran altura (en Manila un piso 21, aquí un 26), y dotados de piscina y gimnasio. Los dos con espacios similares: un salón-comedor, una cocina-pasillo (aquí, por su disposición y exiguo tamaño, las llaman “airline kitchen”) y una habitación con baño.
Diferencias: aquí tenemos una terraza y un armario vestidor. En Manila teníamos orientación oeste y veíamos algún trocito de puesta de sol sobre la bahía, y aquí disfrutaremos de unas magníficas vistas a los amaneceres sobre el East River. En Filipinas nos lo dieron amueblado (aunque con prohibición de decorar) y aquí nos lo dan completamente vacío, salvo por la cocina. Y, por supuesto, en Manila teníamos unos vecinos en el piso 12 que será difícil igualar aquí, aunque lo cierto es que seis pisos más abajo vivirá una de las compañeras de trabajo que se acaba de incorporar al mismo tiempo que yo, y que nos recomendó el edificio.
En cualquier caso, tenemos ya unas ganas enormes de que llegue el día 28 y nos podamos mudar. Más si cabe cuando está empezando ya el buen tiempo y podremos bañarnos en la piscina que, al contrario de otros pisos que habíamos visto, donde se encontraba en el sótano, en nuestro caso se aloja en un piso 35 con vistas al edificio Chrysler y al Empire State... ¡Qué ganas ya!
Aunque no hagamos comentarios, seguimos leyendo el blog.
ResponderEliminarBesos, Tita
Eso, yo también lo sigo, pero no time for comments!!!! Too busy!!
ResponderEliminarHigh kisses a los dos, and we're looking forward swimming in that pool!!!!
Juan