He de decir que ya venía sobre aviso. Amigos que hicieron prácticas aquí me habían comentado que la organización está un tanto... anticuada, por decirlo suavemente. Yo ya lo había comprobado por la parte del sistema de trabajo. Pero las advertencias sobre su estado material se han corroborado. Más allá del hecho, triste pero circunstancial, de haber llegado a esta casa en plena obra de reforma de su sede, lo que todavía se puede visitar tal cual deja patente que las Naciones Unidas no necesitan únicamente la remodelación que se le reclama en su funcionamiento, sino también en sus paredes. La entrada al edificio de la Asamblea General se realiza por un carpa de plástico blanco con goteras. Al entrar se accede a un distribuidor amplio, con una pared de unos veinte metros de alta decorada... por una mancha de humedad de unos cuatro por dos. Desde allí se accedea la Asamblea General propiamente dicha, esa especie de parlamento mundial tantas veces visto por televisión; y ahí estaba todo: las mesas de los delegados con las tabletas para los nombres de los países, las butacas de los asistentes detrás de ellos, los cascos de los intérpretes, las cabinas, el podio verde desde donde hablan los dirigentes internacionales... Y, por estar, estaba... ¡hasta Ban Ki Moon! No, no es que se hubiera dignado bajar a recibirme por ser la primera vez que pisaba la Asamblea. El motivo por el que estábamos él, yo y unos cientos de personas más en la sala era la celebración de... ¡un concierto! Sinceramente, el último modo en que pensaba que iba a conocer la Asamblea General de la ONU era
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Cada una de las bandas comenzó con su respectivo himno nacional y con una pieza castrense. Pese a encontrarme en una sala de promoción de la paz, el hecho de que cada una de las bandas tocara, con sus uniformes de gala, sendas marchas militares, me hizo recordar aquello que Woody Allen decía sobre Wagner e invadir Polonia...
Pero lo que sí que resultó un recibiemiento en toda regla en el seno de la cultura norteamericana fue el repertorio de la banda de EEUU: para empezar, el himno nacional y la susodicha marcha; a continuación, el "America the beautiful" (aquí, con Elvis); en tercer lugar, la banda sonora de una película de John Wayne, Cowboys"; y, por último, el "Stars and Stripes Forever" que, dicho así, puede que no suene, pero todos lo hemos oído infinidad de veces cada vez que aparece una película norteamericana con pasacalles y majorettes (aquí, con Bernstein a la batuta, nada menos; si le dais un minuto, llegáis al otro trozo famoso, y no os lo quitáis de la cabeza en todo el día).
Vamos, que no se puede pedir más como confirmación musical de que uno ha llegado ya a tierras estadounidenses...
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