martes, 10 de mayo de 2011

De cómo juntar galletas y M&M’s

Galletas de la... ¿fortuna?

La última entrada del blog versó sobre la variada “dieta” que seguimos en nuestros primeros diez días en Nueva York. Desde entonces hemos añadido otro pad thai y otra hamburguesa más a la lista, junto con un rollito de primavera que sabía a primavera... con chorizo, o algo así. Un tanto extraño.

Eso sí, siguiendo con tópicos acerca de la comida que uno ve en las películas norteamericanas, el fin de semana cenamos en un restaurante asiático y el final de la cena nos brindó dos de los clásicos: la cajita de comida china y las galletitas de la fortuna.




Los mensajes de las míticas galletas fueron un tanto desconcertantes. Primero abrimos la de Ana, que se diría dirigido a un alto funcionario del Pentágono:





Que podría traducirse como “Haz que los datos que has obtenido sean usados para un buen propósito”.

Pero la galleta que a mí me correspondió fue todavía más incomprensible:



Algo así como “Hoy experimentarás una intensa visión espiritual”. Por desgracia, más que de la fortuna, la galleta fue del infortunio, y el que pareció tener una visión espantosa y aterrorizadora fue mi portátil: al poco de abrir la galleta, y sin mediar bip, el ordenador se despidió con un pantallazo, un reinicio, y un cuelgue que haría pensar que había visto al payaso de “It” y se despedía despavorido al más allá del silicio.

Dos días y varios intentos de resucitación informática después –con el consiguiente corte en el flujo de entradas en el blog–, sólo puedo llegar a la conclusión de que a mi portátil se le indigesta algún tipo de actualización, así que de momento se quedará desactualizado, el pobre...


Y de postre, M&M’s

Quizá alguien cayera en la cuenta, como yo más tarde, que en la entrada sobre la comida no hablamos de postres ni dulces. Lo cierto es que no hemos probado demasiados, más allá de alguna porción de tarta de queso y alguna galleta tipo “cookie” que, sinceramente, no creo que estuviera tan buena como las de Ana.

Pero sí que merece la pena narrar el atracón que, sin probarlo, nos dimos de chocolate un día. De M&M’s, concretamente. Esta famosa marca de mini bombones de colores tiene una tienda en pleno Broadway, a pocos pasos de Times Square. Aunque decir tienda es quedarse corto: se trata de “M&M’s World” y es, de momento, uno de los lugares más agobiantes que he visitado en Nueva York. Tres plantas enteras dedicadas a estos chocolates y sus coloridos muñecotes con cuerpo de botón, pies, brazos y cara. Caras redondas y grandes ojos por todas partes.
Cilindros de cuatro metros de alto, que continúan en el piso superior, llenos a rebosar de pastillas de colores. Decenas de colores. Combinaciones con las banderas de cada país. Y, cuando pensabas que habían acabado con los colores, empiezan con los sabores, como los rellenos de mantequilla de cacahuete...

Tienen de todo lo que uno se pueda imaginar, y no sólo comestible: muñecos de M&M’s, vasos de M&M’s, toallas de M&M’s, Monopoly de M&M’s, puzzles de M&M’s, trenes de de M&M’s... ¡hasta calzoncillos de M&M’s! Y todo, por supuesto, en una tienda repleta de gente cargada con todo tipo de productos de colorines. No en vano, dicen que las ventas de chocolate son contracíclicas: en plena crisis, las ventas de Hersheys (otra famosa marca de chocolates que tiene tienda gigante a unos pasos de ésta) crecieron un 40% en 2009.

Sé que puede parecer exagerado, pero para mí fue una experiencia casi angustiosa, rodeado allá donde mirara por la ovalada cara de esos bombones con cejas y guantes, que parece que vayan a cobrar vida en cualquier momento, agarrar un paraguas con su propia efigie y blandirlo cual arma en una revuelta del chocolate.


Salir a la calle, además, no ayuda mucho si uno lo hace de noche, como fue el caso de nuestra segunda visita a Broadway, y el momento coincide con el de el final de la mayoría de los espectáculos que allí se ofrecen: la marea de gente es incesante, con grupos de turistas que se arremolinan en la acera en busca del autobús que les corresponda. Pero, al menos, subir la mirada desde el gentío a los edificios ofrece una recompensa: si la primera visita a la zona, de día, ya fue de impresión, la segunda, con los neones todavía más brillantes en horario nocturno, es simplemente fantástica. Es increíble pensar en el tamaño y resolución que han de tener esas pantallas para que uno las esté viendo a decenas de metros de distancia y parezca sin embargo que las tuviera delante en el salón de su casa. Y, aunque la primera visita fuera en sábado, parece evidente –y lógico– que todo el mundo vaya a Broadway cuando cae la noche...


PD: Hay más maneras de juntar galletas y M&M's que en un blog: existen galletas con trocitos de M&M's y... ¡M&M's con trocitos de galletitas saladas dentro!

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