Las respuestas, como para todo, flotan en internet. Sobre el origen, algunos historiadores mentan a los españoles que campaban por Florida hace cinco siglos. Y, respecto al motivo, nada que no inventaran tantas otras civilizaciones antes: una buena cosecha. Si bien en nuestros días la cosecha de la mayoría de los occidentales se reduce a la celulosa verde de los billetes de dólar, la ocasión era propicia para intentar comprender mejor en qué consiste la fiesta. Además, tuvimos hasta el honor de poder celebrarlo con una estadounidense, hija de la pareja con quien lo celebramos. Aunque su aportación fue testimonial, ya que con dos años no pudo hacer muchas recomendaciones sobre cómo festejarlo.
Operación Turducken
Obviamente, puestos a celebrar, y siendo grandes aficionados a la cocina, no íbamos a encargar un pavo ya cocinado de 150$, así que decidimos trabajarlo todo, en la medida de lo posible, desde cero. Al mismo tiempo, quisimos ceñirnos lo máximo a la tradición, y no dejarnos tentar por extravagancias como el "turducken", nombre que esconde tres animales y un plato que se diría salido de una película de terror: un pavo relleno de un pato entero deshuesado, relleno a su vez de un pollo entero deshuesado. Quien quiera pesadillas gastronómicas, que busque una foto en Google.
Centrados sin embargo en el modo tradicional, lo primero era buscar el bicho. Siguiendo las recomendaciones de la conciencia del resto de comensales, buscamos un pavo que hubiera correteado al aire libre y no se hubiera dopado con antibióticos. No fue demasiado difícil encontrarlo, gracias al mercado cercano a mi trabajo. Ni tan caro como esperaba: 40$ por casi 6 kilos de pavo.
Día D, hora Pavo
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El ceremonial termina con el monstruo alado en el horno durante unas cuatro horas. En ese tiempo, terminamos de preparar los numerosos condimentos y guarniciones que lo acompañan. Curiosamente, el relleno (stuffing), no lo hacen dentro del propio pavo, sino en una fuente aparte; básicamente, trozos de pan, manzana, apio y cebolla al horno con un caldito.
Otros acompañamientos incluyeron el puré de patatas, hecho también desde cero siguiendo las instrucciones de Chow para no caer en "lo peor que le podrías hacer a una patata"; la salsa de arándanos rojos, para ponerle el punto amargo; la salsa de la cocción del pavo, una vez salido del horno; y, preparado por nuestra invitada, la guarnición más rara de todas: una especie de puré de boniatos con marshmallows (nubes) gratinado encima, dulce a más no poder. Sólo nos faltó el maíz, que también suele venir hiperglucémico.
Que comience el festín
Y, terminadas las formalidades, ¡al diente! Contrariamente a otro tópico peliculero, no trinchamos el pavo en la mesa (doing it all wrong), ni sacamos el cuchillo eléctrico; ni siquiera se ocupó de atacarlo el único padre de familia presente. En lugar de ello, las dos mujeres se armaron de sendos cuchillos y comenzaron una metódica disección del manjar: cortar en dos, demembrar, sacar pechugas, cortar pechugas. Limpio y despiezado en la mesa, sin trozos de carne saltando del cuchillo a la camisa del comensal.
La comida, a pesar de ser nuestra primera vez, salió fantástica: el pavo en su punto, los acompañamientos sabrosos, las salsas trabadas. Cada plato desbordaba de carne y guarniciones, y la duda era con qué comer cada trozo de pavo: ¿puré y salsa de arándanos? ¿Relleno y la salsa de la carne? Un auténtico festín.
Fin de fiesta
Para terminar la celebración, brindamos con sidra achampanada, pero en su versión más triste, pues los norteamericanos llaman "sidra" al zumo de manzana con gas. En otras palabras, un Kas Manzana en botella de champán. La infusión, también obligatoria en estos banquetes, fue de menta alicantina.
Después de Halloween, podemos tachar una tradición más de nuestra lista de experiencias en EEUU. Cierto es que no lo celebramos con una familia local, en un comedor gigante y con 10 invitados a la mesa. Algo de ese misterio de la fiesta, de cómo lo celebrarán de puertas adentro, sigue inevitablemente presente en nuestro espíritu. Pero al menos quedamos satisfechos de haber preparado nuestro día de Acción de Gracias de un modo más tradicional que muchos norteamericanos que encargan la cena entera. Y, por supuesto, de haberlo celebrado "en familia", o al menos con los que, para el expatriado, se convierten en lo más cercano a ella.