Ayer me encontré a Bibiana Aído por la calle. Esta frase no tendría nada de especial si no fuera por el lugar y el momento. El lugar: Nueva York, Segunda avenida, a 300 metros de la sede de la ONU. Estaba sola, parada hablando por teléfono frente la farmacia por la que paso todos los días para ir a trabajar. Iba arreglada de manera sencilla, con un vestido de estamapado lineal en tonos grises y blancos. A decir verdad, no llamaba la atención en ningún sentido y podría haberla tomado por otro de los cientos de ciudadanos anónimos que me cruzo cada día en esa avenida, pero dio la casualidad de que mirara hacia ella en el momento oportuno.
El momento: apenas días después de que se anunciara en la prensa que sería asesora de uno de los últimos organismos de la ONU, "ONU Mujeres". Me imagino que habrá hecho un viaje para reconocer el terreno porque, según su compañera Pajín, sigue siendo Secretaria de Estado. La verdad es que no queda muy claro si estará aquí a tiempo completo o compatibilizará las dos funciones hasta que cese en su actual cargo, pero al ritmo que van las búsquedas de nuevos destinos entre los de sus filas, no sería de extrañar que aterrizara aquí pronto para instalarse.
Cuando la vi, estaba hablando por teléfono en la acera, en una
conversación que parecía más bien desenfadada. Según volvía hacia casa, y conociendo el probable motivo de su aparición en Manhattan, mi pasatiempo mental por el camino fue el intentar especular acerca de a quién podría estar llamando.
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Opción 1: "Hola mamá, acabo de salir de mi reunión con la Bachelet. Parece muy maja, me ha dicho que se alegra mucho de tenerme como nueva miembra de su equipo... No llores mamá... Sí, sé que estaré muy lejos, pero piensa en lo orgullosa que tienes que estar de mí. ¡Quién me iba a decir que llegaría a la ONU cuando empecé con lo de la Agencia de Desarrollo del Flamenco!".
Opción 2: "Sí, José Luis, le he dado recuerdos, como me dijiste, y le traído esos bombones que tanto le gustaron en La Moncloa cuando hablasteis lo de mi puesto el mes pasado... Pues nada, muchas gracias, y mucha suerte, y a ver lo que te toca a ti, que yo por lo menos ya me he recolocado, pero tú aún tendrás que buscarte algún consejo de administración de alguna gran empresa, ¿no? Aunque con tu clarividencia económica, cualquiera te contrata de asesor...".
Opción 3: "Buah, tía, alucinas por aquí, Leirecita. Menudo despacho con vistas al edificio Crízler ése. Después de las elecciones tienes que venir a verme, que tendrás mucho tiempo libre, y nos vamos de compras a Chinataun, que los bolsos de imitación están rebaratos. ¿Que qué dirá la Sinde? Bah, seguro que no le importa, los de la SGAE no creo que se molesten tan lejos...".
Especulaciones aparte, no deja de ser paradójico que la ex ministra haya llegado hasta aquí y que otros se hayan quedado por el camino. Me refiero, obviamente, a la candidatura de Moratinos para la FAO. Según parece, para Moratinos se movilizó intensamente la maquinaria del Ministerio de Exteriores, y no dudo de que el puesto merecía el esfuerzo. Pero es un ejemplo más de los diferentes modos de hacer diplomacia. Partiendo de que eran aspiraciones completamente distintas, y de que la jefatura de la FAO es infinitamente más difícil de conseguir que el puesto que le han dado a la de Igualdad, supongo que al final es una cuestión de hilos, y en el caso de Aído, ha tenido la suerte de que había muchos menos que tocar al poder reducirse la transmisión de ex presidenta a (futuro ex) presidente.
Además, según me cuenta algún amigo que gusta también de especular, en realidad no viene de asesora, si no de segunda de la segunda y en labores administrativas... Sea como fuere, está claro que en nuestra clase política sigue primando aquello de la "honra sin barco": quédense ustedes con el barco yéndose a pique, que yo y mi puesto nos vamos a mucha honra a la Gran Manzana...
Además, según me cuenta algún amigo que gusta también de especular, en realidad no viene de asesora, si no de segunda de la segunda y en labores administrativas... Sea como fuere, está claro que en nuestra clase política sigue primando aquello de la "honra sin barco": quédense ustedes con el barco yéndose a pique, que yo y mi puesto nos vamos a mucha honra a la Gran Manzana...